Toledo
La semana que termina me ha resultado un poco sosa, supongo que la fiesta que hemos disfrutado en mitad de ella ha tenido algo que ver; aunque precisamente ese día haya salido con amigos a hacer una excursión por las afueras de Madrid, y esto es lo mas reseñable en los siete días.
Cuando empecé a publicar artículos en este blog y me prometí hacerlo al menos dos veces a la semana, sabía que iba a haber semanas que me resultaría dificil cumplir con mi promesa. Pues bien, creo que en la semana que acaba me va a ser imposible publicar los dos articulillos de rigor y por primera vez se va a quedar la cosa en uno. Normalmente saco las ideas mirando a mi alrededor o de vivencias propias, pero hoy no doy para mas.
Como os decía, el viernes fuí con unos amigos que conozco de hace mucho tiempo, razón por la que me siento con ellos muy agusto y nada violento, a Toledo y me volví a sorprender gratamente por la ciudad medieval que se encuentra a escasos sesenta kilómetros de Madrid. Pero en esta ocasión hubo algo que me hizo sentir la visita especialmente agradable, y es que muchas de las iglesias y conventos que antes se encontraban cerrados al público ahora están abiertos previo pago de una simbolica cantidad de dinero, por esta razón la visita se hace mas agradable al conocer sitios desconocidos sin tener que hacer la consabida peregrinación a la catedral y la ciudad se vuelve mas acogedora al tener mas puertas abiertas. No obstante mirando los edificios me pregunto cuanta gente vive en el incómodo casco antiguo de Toledo, con sus empinadas cuestas y pequeñas callejuelas sin salida: y cuanto de ciudad de cartón piedra para turistas tiene.
De regreso la consabida compra de dulces para la familia que se quedó en casa, y que uno no hace por compromiso sino con agrado, y de vuelta a casa.